Seleccionar página

EL BOOM DEL MICROBIOTA Y LA REVALORIZACIÓN DE LOS ALIMENTOS FERMENTADOS Y PROBIÓTICOS

Publicada: 2021-07-02 16:11:03
Gabriel Vinderola Lic. en Química. Investigador del Conicet.

El intestino y el cerebro están conectados por neuronas que viajan de un órgano al otro, pero también entre el intestino y el cerebro se intercambian señales químicas que viajan por la sangre y se influyen mutuamente.

La microbiota es tendencia porque hay mayor conocimiento y conciencia de que cuidarla, mantenerla abundante, diversa y activa, es una herramienta clave en la promoción de la salud y en la prevención de enfermedades crónicas, como la diabetes, la obesidad, el cáncer de colon e incluso las afecciones mentales, ansiedad, depresión, autismo, entre otras.

“Lo más importante es que debemos aprender a cuidarla para que cumpla su función. Es en ese sentido que los alimentos fermentados como yogur, kéfir, chucrut, probióticos y fibras de frutas, verduras y legumbres juegan un rol clave”, remarca a Con Bienestar Gabriel Vinderola, doctor en Química, Investigador del CONICET y Docente de la cátedra de Microbiología de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral Santa Fe.

El experto sostiene que no somos individuos, sino ecosistemas dinámicos de células humanas y microbios. El conjunto de microbios que tapiza nuestra piel y reviste nuestro tracto digestivo se denomina microbiota. Las que más conocemos son las bacterias alojadas en el colon, la microbiota intestinal, lo que hasta no hace mucho llamábamos “flora intestinal”.

Las bacterias de la microbiota se encargan de mantener el sistema inmunológico activo, aumentando las defensas, controlando la inflamación y defendiéndonos del ataque de microorganismos patógenos que pueden enfermarnos. Pero la actividad de nuestra microbiota se puede reforzar mediante el consumo de alimentos ricos en microorganismos.

Se estima que, en la antigüedad, más del 30 por ciento de la alimentación estaba constituida por alimentos ricos en microorganismos vivos. Los microorganismos que ingerimos en ciertos alimentos se combinan con los microorganismos de nuestra microbiota para trabajar codo a codo en la estimulación de nuestro sistema inmunológico.

“El contacto de estas bacterias con las células del sistema inmune es el mecanismo por el cual las primeras, instruyen a las segundas en su función de proteger nuestra salud. Los microorganismos que habitan nuestros intestinos tienen el poder de ejercer funciones clave para nuestra vida, como la digestión extra de los alimentos que consumimos para la obtención de más nutrientes, la producción de vitaminas que solo ellos pueden producir, para la producción de compuestos antiinflamatorios, como el ácido butírico, y hasta de neurotransmisores, como la serotonina”, detalla Vinderola.

Lo que sucede en el intestino no queda en el intestino

Hay sustancias producidas por la microbiota que pueden viajar a través de la sangre e influenciar el buen funcionamiento de otros órganos, incluso el cerebro. Uno de los roles sobre el cual se está prestando especial atención es la capacidad de la microbiota de prevenir o de controlar la obesidad.

“En este sentido, hay dos momentos clave: durante los dos primeros años de vida, factores como el nacimiento a término, vaginal, la lactancia materna y, si fuera posible, la no administración de antibióticos, son factores que, cuando se combinan permiten que se establezca una microbiota capaz de prevenir no sólo la obesidad, sino otras enfermedades crónicas”, remarca el investigador.

El otro momento clave, continúa, es durante todo el resto de nuestra vida, consumir alimentos ricos en fibras (frutas, verduras, legumbres), alimentos fermentados (yogur, kéfir, chucrut) y probióticos (yogur con probióticos, suplementos de probióticos), que ayudan a la actividad de la microbiota para controlar la inflamación intestinal que subyace en toda persona con obesidad.

Según Vinderola, hay fuerte evidencia científica de que el consumo sostenido de yogur es una herramienta valiosa para el control de peso, por la saciedad que otorga, el ácido láctico como agente antiinflamatorio, y el aporte de bacterias vivas que se suman a la actividad fermentativa de la microbiota.

“Lo que sucede en Las Vegas, queda en Las Vegas, pero lo que sucede en el intestino, no queda en el intestino. El intestino y el cerebro están conectados por neuronas que viajan de un órgano al otro, pero también entre el intestino y el cerebro se intercambian señales químicas que viajan por la sangre y se influencian mutuamente”, compara.

Una buena salud intestinal influye en nuestras emociones y estados de ánimo. Una microbiota activa ayuda a controlar la ansiedad y posiblemente la depresión. Las investigaciones en lo que se llama eje intestino-cerebro destacan la importancia de la salud intestinal en la salud mental y viceversa.

Fuente: conbienestar