La diabetes es una enfermedad crónica que afecta la forma en que el cuerpo procesa y utiliza la energía de los alimentos. Normalmente, cuando comemos, nuestro cuerpo convierte los alimentos, especialmente los carbohidratos, en un azúcar llamado glucosa, que es una fuente vital de energía. Para que la glucosa entre en las células del cuerpo y se convierta en energía, se necesita una hormona llamada insulina, que es producida por el páncreas.
En la diabetes, este proceso se ve alterado. Puede ser porque el páncreas no produce suficiente insulina o porque el cuerpo no puede usar eficientemente la insulina que produce. Esto lleva a niveles altos de glucosa en la sangre, que a largo plazo pueden dañar diversos órganos y sistemas del cuerpo, como el corazón, los riñones, los ojos y los nervios.
Es importante entender que la diabetes no solo afecta el metabolismo de la glucosa, sino que es una enfermedad sistémica.
Las principales causas de la diabetes varían según el tipo de diabetes, pero en términos generales, incluyen una combinación de factores genéticos, ambientales y de estilo de vida: una predisposición genética puede aumentar significativamente el riesgo de desarrollar diabetes. En la diabetes tipo 1, determina una mayor susceptibilidad a factores ambientales que pueden desencadenar la enfermedad. En la diabetes tipo 2, los factores genéticos también juegan un papel, aunque el riesgo aumenta aún más con ciertos estilos de vida.
Un estilo de vida sedentario y una dieta poco saludable son factores de riesgo significativos para la diabetes. El sobrepeso y la obesidad, en particular, aumentan el riesgo ya que pueden llevar a la resistencia a la insulina, donde el cuerpo no puede utilizarla de manera efectiva.
El riesgo de desarrollar diabetes aumenta con la edad, aunque en los últimos años se ha visto un aumento en los casos en personas más jóvenes debido a estilos de vida sedentarios y obesidad.
Tener un familiar cercano con diabetes aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Ciertas condiciones de salud, como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), hipertensión y altos niveles de colesterol, también pueden aumentar el riesgo de diabetes. A su vez, el embarazo es una etapa de la vida que conlleva mayor riesgo de presentar diabetes.
¿Cuántos tipos de diabetes existen y cómo se diagnostican?
Hoy en día, conviven la diabetes tipo 1 y diabetes tipo 2. La primera de ellas sólo se trataba con insulina y era muy característica de los niños y jóvenes, mientras que la segunda era más propia de los adultos con hábitos poco saludables y sobrepeso, entre los cuáles el tratamiento era con medicaciones vía oral, que está cada vez más en desuso.
Hoy podemos decir que hay diabetes, como una enfermedad autoinmune. En este caso el páncreas, que es el órgano responsable de la producción y liberación de la insulina, se ve afectado por autoanticuerpos, que son defensas del organismo, produciendo un daño que lo lleva a la pérdida de la función.
Por otro lado, está la diabetes vinculada a la dificultad del cuerpo para utilizar correctamente la insulina, por lo cual aumentan los valores de glucemia en sangre. Estos tipos de diabetes están relacionados con el sobrepeso. Por último, está la diabetes asociada al embarazo.
Hay cuatro formas de diagnosticar diabetes y todas son mediante un análisis de sangre. Tanto con un valor de glucemia superior a 126 mg/dl como de una hemoglobina glicosilada mayor a 6.5 o una glucemia en cualquier momento del día mayor a 200 mg/dl son suficientes para hacer diagnóstico. Existe también lo que se llama una curva de tolerancia oral a la glucosa que consiste en tomar un líquido azucarado y medirse la glucemia a las 2 horas. Un valor mayor a 200 mg/dl hace al diagnóstico.
¿Cuáles son los riesgos de padecer diabetes y cómo se controla (tratamientos)?
Es importante destacar que la diabetes es una enfermedad seria y crónica que requiere tratamiento y control continuo para prevenir complicaciones a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares, daño a los nervios, enfermedad renal, problemas de visión y más. Las personas con diabetes deben trabajar en estrecha colaboración con profesionales de la salud para gestionar su enfermedad.
El control de la enfermedad implica, en primera instancia, la conciencia de esta por parte del paciente, la correcta información y el acompañamiento del equipo de salud.
Una dieta baja en hidratos de carbono y azúcares, así como el ejercicio (al menos 30 min por día, 4 veces por semana) son los pilares para alcanzar los objetivos en un paciente diabético. De la misma manera debe cuidar sus pies y uñas. Utilizar calzados cómodos y amplios le evitará microtraumatismos que puedan, con la evolución, complicarse hacia una úlcera.
Todo paciente debe visitar periódicamente un especialista en diabetes y un médico clínico para su control de salud.
Algunos pacientes tienen indicación de medirse la glucemia en forma ambulatoria e inclusive varias veces por día mediante un pinchazo en el dedo para evaluar los niveles de glucosa en sangre. Esto está indicado principalmente en pacientes que utilizan insulina, aquellos con una enfermedad lábil en la cual los valores fluctúan y en pacientes con riesgo de presentar una hipoglucemia (glucemia baja en sangre).
Actualmente, los tratamientos se basan en consolidar un estilo de vida saludable y usar medicamentos (comprimidos o inyectables) o bien con una Cirugía Bariátrica-Metabólica, dependiendo cada caso.
¿Es una enfermedad que puede curarse o se manifiesta de por vida?
No podemos ni debemos hablar de una sola enfermedad, pero, en general, una vez que se hizo diagnóstico de diabetes es para toda la vida. Por este motivo es que es tan importante conocer los riesgos de padecerla como el sedentarismo, la obesidad, la mala alimentación; se aconseja realizar controles médicos de salud y conocer sus síntomas para consultar a tiempo.
El buen control y los cambios de hábitos hacia una vida más saludable son fundamentales. Muchas veces no se habla de “cura” sino de “control” de la enfermedad y sus expresiones.
¿Por qué la obesidad y el colesterol son enemigos de la diabetes?
La obesidad y los niveles elevados de colesterol son factores de riesgo significativos para el desarrollo y la progresión de la diabetes, por varias razones: en la obesidad, la cantidad de tejido adiposo (grasa) en el cuerpo es mayor de lo saludable. Este exceso de grasa, especialmente la visceral que rodea los órganos internos, libera hormonas y sustancias proinflamatorias que pueden causar que las células del cuerpo sean menos sensibles a la insulina. De la misma manera, promueve un estado de inflamación crónica en el cuerpo, que puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina y, en última instancia, llevar a la diabetes.
La obesidad puede alterar el metabolismo normal de las grasas y los carbohidratos, lo que puede llevar a niveles elevados de glucosa en la sangre y alteraciones en el perfil de lípidos, como altos niveles de triglicéridos y LDL («colesterol malo») y bajos niveles de HDL («colesterol bueno»).
La obesidad puede afectar la función de las células beta del páncreas, que son las encargadas de producir insulina. Con el tiempo, esto puede llevar a una disminución de la producción de insulina, lo que contribuye al desarrollo de la diabetes.
La relación entre el colesterol y la diabetes es bidireccional: por un lado, la diabetes puede llevar a alteraciones en el metabolismo del colesterol, lo que resulta en un perfil de lípidos que aumenta el riesgo de arteriosclerosis y enfermedades cardiovasculares.
Por el otro, el mismo perfil de riesgo que promueve niveles elevados de colesterol, como una dieta poco saludable y la falta de ejercicio, también puede contribuir al desarrollo de la diabetes.
Debido a estas interacciones, el manejo de la obesidad y el colesterol son componentes críticos en la prevención y el tratamiento de la diabetes. La pérdida de peso, a menudo a través de una combinación de dieta, ejercicio y, en algunos casos, cirugía bariátrica, puede mejorar significativamente la sensibilidad a la insulina y ayudar a controlar tanto la diabetes como el perfil de lípidos del paciente.
¿Por qué la gente de hábitos saludables puede ser diagnosticada con diabetes en algún momento de su vida?
Hay varias razones por las que una persona con hábitos saludables podría ser diagnosticada con diabetes: la predisposición genética juega un papel significativo, especialmente la diabetes tipo 1 y, en algunos casos, el tipo 2. Si hay antecedentes familiares de diabetes, aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad, incluso con un estilo de vida saludable.
El riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 aumenta con la edad, incluso para personas con hábitos sanos. Con el envejecimiento, el cuerpo puede volverse menos eficiente en regular los niveles de azúcar en la sangre.
A pesar de tener un estilo de vida saludable, el metabolismo del cuerpo puede cambiar con el tiempo debido a factores como el envejecimiento, cambios hormonales o enfermedades subyacentes que pueden afectar la forma en que el cuerpo maneja la insulina y el azúcar en la sangre.
Por otro lado, las enfermedades que afectan el páncreas, como la pancreatitis o el cáncer de páncreas, pueden dañar las células beta que producen insulina, llevando a la diabetes; de la misma manera, algunos medicamentos como los corticoides pueden aumentar el riesgo de desarrollar diabetes.
¿Hay algún vínculo entre la celiaquía y la diabetes y/o alguna otra enfermedad puede colaborar a despertar esta patología a lo largo de la vida de una persona?
La celiaquía y la diabetes tipo 1 son ambas enfermedades autoinmunes y comparten una predisposición genética común.
Los individuos con diabetes tipo 1 tienen una probabilidad mayor de desarrollar celiaquía comparados con la población general. Esta relación se debe en parte a que ambos trastornos pueden estar relacionados con el complejo mayor de histocompatibilidad clase II (HLA clase II), particularmente los alelos HLA-DQ2 y HLA-DQ8, que se encuentran en una alta proporción de pacientes con cada enfermedad.
Si bien la predisposición genética juega un papel crucial en el desarrollo de enfermedades autoinmunes, se cree que ciertos factores ambientales pueden actuar como desencadenantes para su aparición: infecciones, la dieta y el estrés psicológico o físico.
¿A qué síntomas hay que estar atento para advertir la presencia de esta enfermedad?
La diabetes puede presentar una variedad de síntomas y es importante prestar atención a los siguientes signos, especialmente si se experimentan de manera persistente:
- Aumento de la sed (polidipsia): sentir una sed intensa y beber grandes cantidades de líquidos con frecuencia.
- Orinar con mayor frecuencia de lo habitual, incluso durante la noche.
- Sentir un hambre excesiva y comer más de lo normal sin satisfacerse.
- Pérdida de peso inexplicada: perder peso a pesar de tener un apetito aumentado, debido a la incapacidad del cuerpo para utilizar la glucosa como fuente de energía.
- Fatiga y debilidad: sentirse cansado y débil, incluso después de descansar adecuadamente.
- Infecciones frecuentes: experimentar infecciones, en particular infecciones de la piel, encías o vías urinarias con mayor frecuencia.