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CÓMO CUIDAR A LOS CHICOS DE LOS EFECTOS NOCIVOS DE LAS REDES SOCIALES


Publicado: 2021-10-15 20:13:06

La nueva denuncia contra Mark Zuckerberg sobre los supuestos daños de sus plataformas en la salud mental de los menores abre interrogantes sobre el impacto de la sobreinformación en los más chicos. Cuáles son los límites que deben poner los adultos.

Los bebés conectan con la tecnología, pero las funciones ejecutivas del cerebro se terminan de desarrollar en la adolescencia.

Se suele decir que las nuevas generaciones nacen con un smartphone en la mano. La capacidad de manejo de la tecnología por parte de los chicos ya no sorprende a ningún padre o madre. Antes de empezar a hablar, los bebés ya aprenden a utilizar la tecnología de manera autodidacta y con autonomía. En muchas ocasiones, se puede ver cómo con sus pequeños deditos manejan la pantalla con naturalidad, cómo entran solos a las apps, omiten anuncios y hasta eligen sus videos preferidos en YouTube. Sin embargo, estos seres de la era digital pueden estar expuestos desde bebés a posibles efectos nocivos propios de la sobreinformación y el exceso de conectividad.

La reciente denuncia contra Facebook ante el Senado de Estados Unidos por parte de la exempleada del gigante tecnológico Frances Haugen abre nuevamente el debate sobre los supuestos daños psicológicos que pueden generar las redes sociales y, por ende, las horas de exposición frente a las distintas pantallas en los más pequeños.

Mariela Caputo, psicopedagoga, máster en Neuropsicología Clínica e investigadora de Doctorado en la Facultad de Medicina de la UBA, le explica a Con Bienestar: “En esta era digital, los niños/as y adolescentes encuentran en la tecnología un medio natural de desarrollo de sus intereses y necesidades cotidianas. Muchos de ellos, en general la mayoría, utilizan las redes sociales como principal fuente de diversión, para ponerse en contacto con sus amigos, conocer a otras personas o intercambiar mensajes e imágenes”.

Y añade: “En los niños más pequeños aún el manejo de las relaciones sociales -según el tipo de procesamiento de información que manejan y su nivel de pensamiento concreto-, está sujeto al vínculo presencial. Es muy importante que a esa práctica la puedan realizar en espacios reales como la escuela, los cumpleaños, el club, etcétera”. Para la especialista, es en esos espacios donde se desarrolla el “aprendizaje de las habilidades sociales, la autorregulación y el desarrollo del control inhibitorio que permite coordinar acciones concretas desde el funcionamiento cognitivo”.

Los espacios tecnológicos y el aprendizaje social

“Las funciones ejecutivas del cerebro se terminan de desarrollar tardíamente, en el período adolescente. Estas funciones que se encuentran en el área frontal del cerebro nos permiten regular las emociones, tomar decisiones adecuadas antes de actuar, saber inhibir y actuar en el momento que corresponde. Son la base de nuestro aprendizaje social y académico. No obstante, como todo aprendizaje, requiere andamiaje, sostenimiento emocional y práctica real. En los espacios tecnológicos, se pueden realizar prácticas o ejercitación de estas habilidades, pero siempre se muestra el resultado en la realidad y, para ello, la maduración debe estar en el momento justo”, argumenta la especialista.

En relación con lo anterior, Caputo advirtió: “El mal uso de las redes sociales en la niñez puede agravar las situaciones de acoso escolar a través del ciberacoso, fomentando el hostigamiento a través de insultos o amenazas, y no tener las herramientas para manejarlo. Por lo tanto, la supervisión del adulto en estos casos es fundamental. No se recomienda que los chicos menores de 12 o 13 años tengan redes sociales que manejen solos”.

Cómo cuidar a los chicos de los efectos nocivos de las redes sociales

Por tal motivo, y para prevenir posibles trastornos en la salud mental de los más chicos, la especialista aconsejó: primero, establecer acuerdos formales con los hijos donde se pacten tiempos de uso; y segundo, que los adultos supervisen lo que los menores ven a través de los propios celulares o dispositivos.

El uso excesivo de redes sociales está relacionado con un incremento en las tasas de ansiedad depresión, trastornos del sueño, y problemas de autoimagen. El ciberbullying (o acoso cibernético) es otro problema creciente: 7 de cada 10 jóvenes afirman haberlo experimentado.

Según un informe titulado “Status Of Mind, examining the positive and negative effects of social media on young people’s health” (Estado de la Mente, examinando los efectos positivos y negativos de las redes sociales sobre la salud de los adolescentes) -publicado por la Royal Society for Public Health y el Young Health Movement-, las redes sociales y las aplicaciones digitales de interacción mutua generan un aumento en relación a las patologías de salud mental.

Los autores de la investigación señalaron que el uso de estas plataformas se ha transformado en “una parte integral de la vida de muchas personas, conectándolas a nivel mundial con amigos, familiares y desconocidos. Es más, los jóvenes son la generación digital de nuestra era, ya que ellos suelen interactuar con más frecuencia y conocimiento en estas áreas”.

Sin embargo, el estudio evidenció que el uso excesivo de las redes sociales también tiene un impacto negativo en la salud mental de los más chicos. Al respecto, la investigación arrojó que:

  • El 91% de los jóvenes de 16 a 24 años usa internet para acceder a las redes sociales.
  • Se estima que la adicción a las redes sociales afecta a un 5% de los jóvenes, considerándose estos medios más adictivos que los cigarrillos y el alcohol.
  • Las tasas de ansiedad y depresión en los jóvenes han aumentado un 70% en los últimos 25 años. Y el uso de redes sociales está relacionado con un incremento de esos trastornos, junto con problemas del sueño y de autoimagen.
  • El ciberbullying o acoso cibernético es un problema creciente: 7 de cada 10 jóvenes y/o niños afirman haberlo experimentado.
  • La mayoría siente miedo a ser ignorado, caracterizado por la necesidad de estar constantemente conectado con las actividades de otras personas, para no “perdérselas”.

Fuente: Combienestar